Es difícil ponernos hoy de acuerdo.
Como en el pasaje bíblico de la Torre de Babel nos confundimos a menudo y no somos congruentes entre lo que pensamos y lo que decimos.
Hoy las redes sociales consignan la defensa de los aficionados a la Fiesta Brava y por otro lado el repudio de los llamados anti-taurinos que se han venido a convertir en una suerte de secta cuyo mejor recurso para superar su ignorancia ha sido la intransigencia y manifestaciones poco civilizadas que van desde los improperios verbales hasta la agresión física en contra de grupos y asociaciones taurinas.
Es por esa razón que lo que mejor distingue a estas personas es la intolerancia pero también padecen de la falta de sentidos: el de la vista; es que no quieren ver que otras especies animales son objeto de abusos y mal trato, sin ir más lejos, los perros y otras mascotas.
El sentido del oído: se niegan a escuchar los razonamientos expuestos por los taurinos respecto del valor de la Fiesta Brava en el renglón turístico, económico, social y hasta ecológico.
Yo con sinceridad me pregunto si estos activistas de escritorio son en realidad vegetarianos en su totalidad y si en su vida han atentado nunca en contra del medio ambiente y su equilibrio.
Dejando atrás la resolución del parlamento Catalán hoy nos enfrentamos por ejemplo a propuestas e iniciativas tan absurdas como la de los asambleístas y particularmente uno llamado Cristian Vargas de la bancada del PRI.
Y si, me he permitido la libertad de llamarles absurdas porque en el marco de una situación tan agravada en el país como la muerte de miles y miles de seres humanos como resultado de una mal llamada guerra contra el narco-tráfico, supondría yo que en la agenda de asambleístas, legisladores y del gobierno federal habría temas más relevantes que demandan su inmediata atención.
Este pseudo-asambleísta conocido por sus lamentables escaramuzas al más puro estilo de Gerardo Fernández Noroña, pretende hoy atraer la atención de la opinión nacional en torno a un tema que para mi gusto tiene tintes políticos y ¿porqué no?: hasta electorales.
Todo, menos un sentido ecologista. ¿Pero qué se le va a hacer?
La Fiesta Brava es tan grande, que a lo largo de su historia en nuestro país se ha dejado escritas páginas de oro y otros episodios tristes en los que ha sido objeto de ataques como aquellos que en su momento instrumentaron hombres poderosos como lo fueron los presidentes Benito Juárez y Venustiano Carranza.
Y de Coahuila para hacerle segunda al varón de Cuatro Ciénegas se barruntan vientos de tormenta con visos de prohibición a la celebración de las corridas de toros.
Estos personajes al igual que aquellos "activistas de escritorio", carecieron en su tiempo de otro sentido:
El sentido del gusto...
El gusto que se necesita para paladear del toreo que hoy día vienen practicando El Juli, Manzanarez, José Tomás y Talavante por mencionar a este Pocker de Ases.
Y el olfato, para poder aspirar el miedo; ese que te hacen sentir Morante de la Puebla, Castella, Antonio Perera y Juan José Padilla que torean con la cornada pegada a la epidermis.
Es verdad, nunca lo van a entender.
!Nunca!
y...¿cómo?
Si son unos insensibles.
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