sábado, 27 de noviembre de 2010

EL PRINCIPIO DEL FIN PARA LA FIESTA EN MÉXICO

Mientras que en España la fiesta libra una encarnizada batalla contra sus detractores que día a día van ganando terreno, en México pareciera como si de pronto la fiesta tiene que librar una lucha a muerte contra sus mismos partidarios.
detalle de una pañolada
Ahora me explico:
El deplorable espectáculo que brindan domingo a domingo en el tendido algunos “asiduos” visitantes al coso de Insurgentes va tomando tintes de pachanga futbolera o de festín de cantina donde lo que menos importa es lo que los coletas hagan en el ruedo.

Entusiasmados por la euforia que ocasiona la ingesta de bebidas embriagantes y con afán de protagonismo barato, lanzan injurias contra los toreros que hacen su mejor esfuerzo por agradar al público asistente.

Esta suerte de reventadores se da cita domingo a domingo para echar fuera su pusilánime y reprimido intento por  tratar de salir del anonimato con gritos que se convierten en injurias y al primer tropiezo del torero en turno le caen encima con el consabido grito de: “toro, toro”
No tienen la menor idea de lo que significa ponerse frente a la cara del toro e ir descifrando las variantes de su lidia.

Algunos pretenden hasta apantallar a los menos versados en los menesteres de la lidia dando indicaciones como si el matador de turno pudiera escucharles y se escuchan en los tendidos comentarios y acotaciones que resultan hasta chistosas tanto como absurdas.

Creen atraer la atención de otros y hasta están convencidos de que el público los escucha cuando la mayor parte de las ocasiones lo que dan es vergüenza por lo ridículo de sus aseveraciones.
Pero más allá de estas consideraciones, lo que logran estos personajes es confundir a la gran masa de un público que asiste por casualidad, porque lo invitaron, porque fue atraído por la curiosidad o porque simplemente llevaron a la novia a los toros para impresionarla.

Pobre de ti fiesta mía que tienes que vivir con el enemigo en casa.

El colmo es que estas expresiones de ignorantes y distraídos se convierten en una cuestión peligrosa cuando ahora les ha dado por arrojar cojines al pandero pero cuando el espada aún no bien ha despachado al último toro de la tarde, así como le pasó a Arturo Macías el domingo pasado en que sufrió en verdad por matar a su segundo enemigo y un grupo de facinerosos le injuriaron y el público comenzó a arrojar cojines al redondel.
¡Qué pena!

Cuando veo videos de ganaderías bravas en España, me pregunto si algún día nuestros flamantes ganaderos llegarán a producir un toro que garantice el espectáculo.

Pero este “Público de Oro” está conforme con lo poquito que le dan: Animales terciados de presentación (en mi opinión algunos utreros engordados al vapor), descastados y hasta sosos sin peligro.
Ya estuvo bien de creernos que el toro mexicano por sus características morfológicas es más chico pero es más templada su embestida…

¡Pamplinas!

Las ganaderías en México han ido perdiendo el rumbo y de bravura mejor ni hablamos.
Si a eso sumamos toros chicos que no imponen el menor respeto; Señores, la fiesta brava en México está corriendo un grave peligro.
Si las asociaciones de activistas en pro de los derechos de los animales comienzan a agarrar fuerza, ¡agárrense!

Y qué me dicen del espectáculo tan deprimente que ofrecen las infanterías, ya sea picadores o banderilleros.
Salvo muy honrosos casos la verdad es que para mí ambos tercios han perdido la belleza de otras épocas y ahora se han convertido en mero trámite.

Pena me da ver a banderilleros de vientre abultado jugando al rejoneo para poner un solo palitroque y corriendo con más miedo para alcanzar el burladero en vez de salir airosos de trance, pero el sobrepeso se los impide. 

Y a nosotros nos impiden apreciar de un tercio hermoso en la lidia del toro.
Los picadores a lomo de sus corceles arropados con esa enorme muralla del peto que les cubre son como fortalezas infranqueables y si hoy se producen “tumbos” es precisamente porque al caballo le pesan los arneses, el peto y el caballero que los monta pero no la acometividad del toro que se estrella contra aquella muralla.

En fin Señoras y Señores, que con todas estas cosas que suceden en torno a la celebración de las corridas de toros en mi país, el fin de la fiesta no está en manos de sus detractores…
Está en manos de este público de Oro que se conforma domingo a domingo con lo que buenamente les dan, porque no conocen la fiesta y no son capaces de exigir un espectáculo digno.
La tertulia y el alcohol que corre en los tendidos ahora tienen un lugar preponderante.

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